He asistido con satisfacción y gran alegría a las Jornadas Humanísticas en Torreciudad. Un buen grupo de profesionales y estudiantes investigando y aprendiendo sobre Historia, Arqueología, Cine, Poesía, Mitología, Fotografía, Música, Teatro... Un buen modo de aprovechar el fin del verano. La última noche tuvimos una velada poética, musical y de teatro: más de dos horas disfrutando de lo mejor. Volveré.
En medio de la emoción, leí el siguiente texto, que redacté para la ocasión:
De cómo las Humanidades salvaron el mundo en unas vacaciones
Pasados los siglos todos habían olvidado quiénes fueron Sócrates, Platón y Aristóteles. Nadie recordaba nada de Alejandro, César o Carlomagno. No conocían a Agustín, ni a Gregorio, ni a Tomás, el de Aquino... El mundo se hallaba oscuro de sabiduría; ruidoso de noticias insustanciales que llenaban pantallas y robaban horas a la verdad.
El vacío de las mentes avanzaba en el mapa terrestre, tierra náufraga en el Océano de la Ignorancia. Ninguno de esos náufragos pedía auxilio porque nadie se percataba de su irremediable ahogo por el que se encontraban ya muertos. Creían disfrutar de vacaciones, ahogándose en su existencia sucedánea.
Mientas, sin embargo, algunos locos se encuentran investigando en sus raíces humanísticas, buscando columnas firmes donde asentar el mundo, columnas altas a las que no podrá cubrir el mar del adormecimiento mental. Columnas que sirvan de faros que dirijan los navíos, torres que alumbran la ciudad humana, con luz procedente de otros siglos, conservada por los filósofos y alumbrada de nuevo por los poetas.
¡Hombre, mira arriba! Observa esos faros en la noche humana y dales las gracias por ser tu norte, contempla esa torre luminosa que muestra la verdad en medio de la ciudad, también humana. Faro del hombre, Torre ciudad.
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